miércoles, 2 de noviembre de 2011

La Puerta



Se tomó un momento para meditar. Para observar y contemplar aquella dantesca esa.

Sabía que era el final. ¿Pero qué clase de final?

La puerta no podía contener la desesperación y los gritos de los condenados. La carne de aquel conscripto se convertiría en el alimento del apetito de los muertos. Aquellas inhumanas criaturas atadas a la desesperación de la sed, rodeaban la torre.

Las escalinatas oscuras estaban repletas de cadáveres vivientes. Olisqueando, ciegos de sed.

En la menor oportunidad abalanzarían sobre el pobre infeliz, como sombras, en la noche de garras y dientes.

-Eso es tal vez a lo que todos tememos-, pensó y lo afirmó  maldiciendo. Dio un paso atrás mientras la mano temblorosa acariciaba la agrietada puerta de madera. Eso es lo que se esconde en la noche de nuestros temores, en la noche de los tiempos, en las tiniebla de nuestra alma.

-Garras y dientes-, murmuro en una exhalación.

¿Pero qué diferencia había entre aquellas criaturas y él?
El camino que decidió tomar en su vida lo condujo hasta aquí. ¿Acaso tuvo piedad cuando su espada de alzaba ante el enemigo, cayendo como un rayo y se hendía sin piedad en el oponente? Esa liberación de poder, que da al asesinar. El ver semblante de otros ante la venida de su muerte por sus propia manos. Tan bien lo había segado.

Su vida había sido un pretexto para satisfacer el deseo. Su fe, su creencia, su dolor, su amor habían desaparecido hace tiempo. Solo el brillo del Oro junto con la ambición del poder se convirtió en su meta, un sueño justificado. Un sueño de hombres fuerte. Las batallas en las había peleado, tantos caídos que él había calificado como victorias rotundas, solo habían alimentado en estos años a la inseguridad que moraba en su espíritu.

Pero todo esto no le serbia de nada. No contra los que habitan detrás de puerta. ¿Qué miedo alguno puede ocasionarles la muerte a los que ya están muertos?

Podía sentirse como los necrófagos olfateaban el magro hedor de la sangre, roja y cálida, brotando suave de la herida, deslizándose, escapando como silenciosa pávida, por el  largo brazo, pegoteando la mano, cayendo por los dedos y goteando al suelo. Perdiendo así este precioso fluido, dilapidándose en el roñoso suelo.

Las acciones de su codicia alimentaron la crueldad de su ego. Ahora no le servía de nada esa voluntad mezquina que cultivo con es esmero.  Aquellos que esperaban detrás de la puerta tenían más estaban animados por el miedo que hombres como el sembraron el mundo. Por eso se desesperan, por eso lo devoran todo.

Fue el momento que se vio reflejado en la oscuridad detrás de la puerta. Entendiendo que aquellos restos humanos guidados por una misma maldad que solo habita en los corazones. Son espectros de dolor y sufrimiento.

La malla y la coraza lo helaban. La sangre que brotaba de su brazo izquierdo se congelaba al contacto del metal. El único calor que emanaba de aquella torre de duras piedras era él sus entrañas.

Eso volvía loco a los depredadores, a los hijo de Fúrio. A los que habían aceptado el amor enfermo de Carssha y alimentado con la desesperación  de su carne.

Los golpes se hacían más fuertes en la puerta de roble, tanto que nuestro querido mercenario arrojo su cuerpo pálido y frio contra ella. Un inquietante destello de lo que quedaba de noche entro por el tragaluz de hierro y trajo con sigo un momento de silencio en su conciencia.

Más golpes fuerte, muchos más. Acompañados por dolorosos alaridos de dolor y deseo. También se oía con aliento putrefacto a una voz lejana de  hiriente locura, bajo la forma de una extraña lengua muerta. Un dialecto desconocida hasta en el mundo de los espíritus.

La lengua de malditos entre los demonios. Aquellos que se han perdido fuera del Antiguo Circulo ya no pueden entrar. Los que son la ilusión de una vida.

“Aquellos que nunca cambian. Aquellos que son eternos. Los Vampiros.”

El pánico se apodero de sus piernas cuando pensó en todo ello. Las paredes de los muros se estrechaban cada vez más como gigantes atemporales de bloque de duro granito. Los muros del destino cercaban su alma gris, torturándolo en el espanto de los gritos de su gente.

Tan estrecha y solitaria era su conciencia que el brillo del oro de sus deseos de perdía bajo el abismo de las pesadillas de muerte.

Ya no encontraba fuerza en su pecho y sus pulmones le reclamaban aire pobre y viciado de aquella mazmorra. La triste y clemente luz de lo noche lo observa todo desde la claraboya como un solitario testigo, impávido  e indiferente como solo lo puede ser el silencioso. Único espectador mudo, que retrocedía ante al avance de la locura. Todo se serraba sobre el penado.   EL  espanto le inyectaba los ojos en sangre. La mirada se perdía implocionando en su propia mente. Los golpes eran tremendos, de bramido ensordecedor de innumerables no-muertos.

El corazón le latía como el galope de un caballo desbocado.

Cuanto su exhausto cuerpo había quedado ensordecido. Lo único templado era su espada,  tenuemente lustrosa, como la sublime idea en su mente de fuga. Brillante como el odio, como la insertidubren. Tal vez las sintió como un consuelo, que por instinto de supervivencia o de asesino, alimentada durante tanto tiempo.

Pero la desesperación, es la desesperación, y la verdad que aquel estaba sentenciado hacer devorado. Otra idea surgió de su cabeza como del filo de su espada. Cortarse el cuello y morir en aquel hoyo del infierno. Si ese razonamiento por así decirlo le pareció muy bien. Mejor que bien, le pareció excelente. Volvió a pensar, esa es la salida. Que valía, que necesitaba para quitarse la vida. Valentía o cobardía. Toda su vida tomo lo que quería bajo la violencia de su ira. Siempre fue un cobarde que desprecio la vida la clemencia, los suplicios de inocentes, de mujeres y niños. No tuvo piedad por nadie ¿Por qué la tendría por asimismo? El camino de la valentía le quedaba lejos, pero el de la cobardía lo conocía bien, ya lo había transitado y lo mejor aún, que siempre lo justifico con la supervivencia del más fuerte.

Fue entonces cuando la enajenación declaro su triunfo en ese fragmento de persona. Entendiendo que se saldría con la suya, que su propia miseria y malicia, podría vencer a una malicia y miseria ancestral. Comenzó a reírse y vociferar plácidamente. A insultar y jactarse de los condenados detrás la puerta.

Los golpes en ella eran de multitudes, como un pequeño tapón sosteniendo presionado contra un océano de dolor.

Les gritaba más fuerte, con todo el odio que podía emitir su garganta. Lo disfrutaba, ya se saldría con la suya como siempre lo había hecho. Estaba tan contento con su decocción que bailaba golpeteando fuerte el suelo.

Las bisagras de ser quebraban ante el rugido de los muertos. No podían soportar más.

Con toda la furia posible, sujeto la empuñadura y llevo la hoja mechada al cuello. Ya seguro, que todo terminaría en su favor, jalo con aliento en rasgarse la vida sin desprecio.
Y es aquí donde sus planes dieron vuelco. El hierro negruzco no soportó tanto tiempo, como el había previsto y se escapó saltando de la roca y de la madera, disparándose  como balas de cañón.

La puerta hizo lo mismo, como pateada por un enorme pie. Aplasto todo lo que estaba delante y los malditos salieron como hormigas del hormiguero.

El impacto fue lo suficiente rápido e intenso como para dejarlo inmovilizad y atontado, con la cabeza rota y tirado por el suelo. Pero curiosamente lo suficiente para tener un ápice de noción que no le impedía sentir como las descardas manos sujetaba y tiraban de él. Podía apreciar como las bocas alcanzaban todos los rincones de su cuerpo, hundiéndose,  mordiendo y rasgando. 

La espada también voló de su mano huyendo,  perdiéndose en algún rincón de aquel círculo oscuro. Todo fue desbordante, la sangre surgió a borbotones de las arterias abiertas y  aporto un poco de color a la escena. No tuvo tiempo de rajarse el cuello como lo hubiese  querido. Le faltó tiempo a este pobre sínico.

Mientras se hundía rodeado de glotones, un sofocado rostro extraño, pero conocido, se acercó como una sombra, lo miro y le regalo una sonrisa llena de dientes.

Sitio de publicacion

http://www.boosterblog.es